Retos y oportunidades en la práctica profesional de la ingeniería de telecomunicaciones – Irene Ortiz de Saracho Pantoja

Un ingeniero de telecomunicaciones sirve para muchas cosas. La lista de competencias oficiales es abrumadora, y también lo es en el imaginario colectivo, aunque muchas veces erróneamente. En mi casa automáticamente soy la persona buscada cuando hay problemas con el router e incluso mi abuelo piensa que estoy más capacitada que cualquiera para hablar por teléfono con las empresas de seguridad del hogar. Eso no hace más fácil responder cuando alguien pregunta: «¿Qué estudias?», porque todo el mundo llega a la conclusión de que un arquitecto diseña edificios, un ingeniero aeronáutico construye aviones, y uno naval hace lo propio con los barcos. Pero la cosa se complica con la palabra «telecomunicaciones», aunque paradójicamente es de las disciplinas más cercanas a la sociedad.

Quizá eso también juega en nuestra contra, yo lo puedo entender. Todo el mundo tiene un móvil en el bolsillo y lo utiliza para hablar por teléfono, conectarse a Internet o buscar la ruta más rápida a ese nuevo restaurante. Muchos conocen las características técnicas de los últimos dispositivos en el mercado, sean smartphones, tablets, ordenadores o incluso wearables. La gente tiene un primo, un vecino o un cuñado al que se le dan estupendamente bien la informática y es capaz de solucionar cualquier problema que surja. También existen los amigos manitas, que desmontan cualquier cacharro electrónico que se les ponga por delante y además son expertos en bricolaje. Con todas estas necesidades cubiertas, entiendo a los que más de una vez y de dos me han preguntado: «Pero, oye, ¿eso sirve para algo?».

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